jueves, 25 de julio de 2013

EL SECRETARIO 1 - LA ENTREVISTA

Necesitaba a alguien que me hiciera el trabajo sucio y había decidido contratar a alguien que me lo hiciera. Para ello, puse un anuncio. Lo que no entiendo es por qué solo se presentaron hombres. Luego, al repasarlo, me di cuenta de los motivos:

“Se necesita secretario. Imprescindible buen uso del lenguaje, paciencia y muchas ganas de trabajar. Abstenerse gente con prejuicios.”

Maldita corrección política. A todo el mundo se le ha olvidado que existe algo llamado lenguaje neutro. Secretario no necesariamente implica que el indicado tenga que ser un hombre, me dije con un suspiro.

En fin, de perdidos al río.

Ya estaban allí y no los iba a echar.

Había de todo, desde jovencitos con pinta de intelectuales que no paraban de soplarse los flequillos, hasta maduros con cara de trasnochados y carpetas enormes bajo el brazo, que echaban miradas nerviosas a sus contrincantes, como temiendo que hubiera un factor de edad determinante.

Uno a uno fueron pasando por mi despacho, presentándome unas credenciales que me dejaron abrumada en unos casos y sorprendida en otras. Estaba mal la cosa, ciertamente. Informáticos, profesores jubilados, escritores en busca de una oportunidad y que aprovechaban para intentar colarme un manuscrito…

El último candidato casi se me pasó desapercibido.

Estaba sentado en una esquina, leyendo tranquilamente un libro inmenso, como si la cosa no fuera con él. A sus pies, una cartera de cuero con pinta de haber vivido tiempos mejores. Bien vestido pero no impresionante, elegante pero sin pasarse. Atractivo pero no de los que llaman la atención en exceso.

Lo observé unos instantes en silencio sin que se diera cuenta, pero él siguió leyendo.

Carraspeé al fin. Él alzó una mano, como mandándome callar.

Siguió leyendo un poco más, quizás un minuto. Al fin vi que pasaba de página, que parecía ser el final del capítulo, asentía con la cabeza, colocaba un marcapáginas vetusto, se levantaba, y me precedía a mi despacho.

Se sentó sin que se lo pidiera. Sacó una hoja de papel de su cartera y la puso sobre mi mesa y me miró en silencio.

Bastante sorprendida por su actitud, sin saber si era todavía más antisocial que yo o simplemente maleducado, la miré antes de sentarme.

La lista de carreras y estudios era impresionante, tanto que pasé de seguir leyendo.

Fruncí el ceño y lo miré.

—¿Por qué?

—¿Por qué no?

Tenía acento francés. Volví a mirar la hoja. Alain Panphile. No me reí, estoy acostumbrada a escuchar nombres peores sin reírme.

—Ahórreme las bromas por el nombrecito –dijo, aunque no parecía preocupado de que las hiciera.

Me senté en mi silla y dediqué varios minutos a leer su currículum.

—Algo me dice que no tiene usted nada de pánfilo –dije al fin.

No sonrió, pero estoy segura de que hubo algo de regocijo en su mirada. Eso no quiere decir que le hiciera gracia tampoco. Alain no es el tipo de persona que se ríe con los chistes. Ni con nada.

—¿Cuándo empiezo?

Se había levantado y había recogido del suelo su cartera, y de la mesa su libro. Me miraba como si leyera todos mis pensamientos.

—¿Qué le dice que le voy a escoger a usted?

Ahora sí sonrió.

—La he investigado. Nadie lo hará como yo, créame.

Es un prepotente, pero era decididamente el mejor candidato.

Solo de vez en cuando pienso que debería preocuparme por el hecho de que parece conocerme un poco… demasiado…

 

3 comentarios:

  1. Hombre enigmático e interesante, ya nos contarás si realmente has acertado con la elección :)

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  2. No sé, no sé.... me da a mí que va a haber guerra continua jajaja. Somos tan raritos los dos!!
    Un saludos!!

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  3. Hola linda!
    Muy buen inicio de la historia!... Aunque mi lado beta se activó con la forma en que se repetía alguien y me hiciera en la primera oración, pero por lo demás está muy interesante.
    Sigo!

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