jueves, 31 de octubre de 2013

EL SECRETARIO: ESPECIAL TENORIO-HALLOWEEN...

Érase una vez una agraciada autora de novela romántica que vivía con su atractivo secretario (y otro secretario del que no se podía deshacer). Vivía relativamente tranquila, sin evitar poder pensar que, a la vuelta de la esquina, la mala suerte la esperaba. Con un poco de fortuna, el mal no llegaría esa noche...
-¿Cuál gritan esos malditos? -preguntó la pelirroja autora, escuchando a unos niños que aullaban a sus puertas, rompiendo su concentración.
Su secretario esbozó una sonrisa al ver su mala leche. Era evidente que ni la felicidad podía acabar con el genio de Arwen Grey.
-Es Halloween. Truco o trato, ya sabes, dama mía.
Arwen enarcó una ceja y fulminó a Alain con la mirada. Él no pudo evitar sentir un arrebato de ternura hacia ella. Se acercó y la achuchó un poco. 
Haciéndose la dura, ella le dio un codazo cariñoso, pero al final se dejó querer.
-¿No es cierto, ángel de amor, que en este apartado despacho, se respira una calma repentina (ahora que Lorito ha salido), y podríamos... ejem, ya sabes?
Ella se llevó una mano al pecho, fingiéndose escandalizada.
-¿Qué escucho, que me siento desfallecer? ¿Alain Panphile haciéndome una proposición indecente?
Alain esbozó una de sus sonrisas, que hizo flaquear las rodillas de la autora, e hizo latir al doble de velocidad su corazón.
-¿Te tiento? -murmuró junto a su oído.
-No sabes cuánto, mon petit chou...

Y es evidente que el mal no llegó esa noche...

sábado, 26 de octubre de 2013

LOS SÁBADOS RELATO: PRÓLOGO DE HISTORIA LOCA LOCA LOCAAAAA

Lince entró en el estanco como un elefante en una cacharrería.
No había moros en la costa.
Se llevó la mano al oído, donde llevaba el minúsculo auricular para comunicarse con los tres agentes que le cubrían desde el exterior.
—Nadie a la vista. La chica no está aquí.
Esperó unos segundos, pero no hubo respuesta.
Frunció el ceño. Era extraño, ya que esa tecnología tenía un alcance más que necesario y no oía nada más que un lejano zumbido de estática.
—Mierda –rezongó.
¿Dónde diablos estaban esos tres? Seguramente se habían entretenido contemplando los monumentos, para variar.
No les reprochaba que se entretuvieran mirando a las chicas. Esa misión había sido una estupidez desde el principio.
Una niña pija desaparecida en los suburbios de Barcelona, engatusada por una especie de grupo folklórico semiterrorista… ¿En qué se estaba convirtiendo ese país? ¿Tan aburrida estaba la juventud?
Con un suspiro de agotamiento, Lince se tumbó encima del mostrador para mirar por detrás, no fuera a reprocharle Aída que no había buscado por todos los rincones.
No vio venir el golpe.
Lo último que pensó, mientras la vista se le nublaba más y más fue:
—¿Me ha arreado semejante hostión con una escoba?


María Dolores le dio una patada al tipo inconsciente a sus pies, solo para comprobar que estaba realmente KO. Con estos de la secreta nunca se sabía…
Se agachó junto a él y le arrancó el intercomunicador de la oreja, a pesar de que el estanco estaba equipado con un inhibidor de frecuencia que no dejaba entrar ni salir la señal de audio. Lo pisó hasta escuchar un delicioso crujidito.
Lo pinchó con el palo de la escoba para comprobar nuevamente su nivel de consciencia.
Puso los ojos en blanco cuando él gruñó débilmente.

—Hay que joderse con la mollera tan dura que tienen los catalanes, chiquillo… —comentó antes de soltarle otro mamporro.

miércoles, 16 de octubre de 2013

SOBRE EL ESTADO DE LAS COSAS


Seamos serios, al menos durante unos instantes, para hablar de cómo van las cosas por Casa Grey.
El camino que se presenta ante nuestros ojos está lleno de cosas por hacer (y que no falten), y de esperas...
Pero vayamos por partes, como decía aquí mi querido Jack el Destripador.
Hablemos primero de eso que espero tan... ¿ansiosamente? Bueno, seamos sinceros, las cosas son como son y no es que tenga demasiadas esperanzas, pero el que espera desespera.
Hace unos meses me oíais hablar sin parar de Morgan, que si agua por aquí y por allí... y desde entonces, nada. Pues Morgan está siendo valorado por alguna que otra editorial. Mientras espero ansiosa el no definitivo, me dedico a otras cosas, que por algo soy una chica de recursos. Cuando digan que no, si es que algún día dan señales de vida, obviamente Morgan verá un día la luz en Amazon... Esperemos, pues.
Por otro lado, en diciembre sabré también si otra de mis historias ganó o no uno de esos concursos que todas sabemos que no están amañados y nunca ganan famosas... En definitiva, es una historia de época que inicia una saga y que está entre mis favoritas de entre las que he escrito con diferencia. ¡Viva Rultinia! (cosas mías).

En cuanto a los proyectos, ahora mismo (mejor no hablo de los proyectos a largo plazo, o me entran sudores), en cuanto a novelas, estoy inmersa en dos historias a la vez. 
Una de ellas, todavía  no sé si llamarla novela, francamente, es la novelización de la historia de Alain que habéis ido leyendo en el blog. Uso como base los capítulos que habéis ido leyendo, pero además hay cosas que no habéis visto, como los porqués de ciertas cosas... y la versión de Alain, contada por él mismo. Estarán todos: Lorito, la Archi... no sé cómo quedará, pero lo bien que me lo paso no se paga con dinero.
El otro proyecto en principio iba a tener un destino, aunque ya no lo tengo tan claro, porque el destino era otro de  esos concursos que todas sabemos que no están amañados y que nunca ganan famosas... Lo que más me echa para atrás no es eso, sino "el secuestro" de la obra durante X tiempo, que no permite hacer nada con ella durante ese tiempo (y total para nada), cuando podría estar en manos de los lectores o de las editoriales. Por no hablar de que no hay esperanza ninguna de ganar...

Y también hay cosas de relatos y otras historias por ahí, pero eso es porque me apunto a un bombardeo y siempre se me olvida llevar el casco.
En definitiva, así van las cosas por Casa Grey. Me encantaría dar algún día una buena noticia, pero por lo pronto me conformo con lo bien que marchan las cosas, que no es poco.
Y es que, teniendo en cuenta cómo soy y cómo funciono, las cosas van más que bien.

domingo, 13 de octubre de 2013

EL SECRETARIO 25: ¿FIN?

Supongo que en algún momento la puerta se abrió, pero ni Alain ni yo nos dimos cuenta de ello. Digamos que estábamos ocupados en otros... menesteres.
Había manos por todas partes, y bocas por todas partes, hasta en ese sitio que Alain nunca nombraba y en otros que, de solo pensar en verle nombrarlos, me emocionaba.
Pensado en retrospectiva, era increíble que acabáramos así, en la mesa convenientemente despejada de mi despacho. Nadie que hubiera visto nuestros comienzos hubiera adivinado lo que estaba sucediendo en ese instante.
-Podría denunciarte por acoso laboral -dijo Alain besando lentamente mi mandíbula, camino de...
-A ver cómo se lo explicas a quien sea mientras mantienes tus manos en mi...
-Bruja -gruñó, cariñoso, con la voz ronca y un acento tan denso que era apenas comprensible.
-Estirado -gemí.
No hubo mucho diálogo más de ahí en adelante, al menos comprensible.


No puedo decir que mi vida haya cambiado mucho desde entonces. O sí. 
Bueno, si tenemos en cuenta que ahora tengo algo así como una relación seria (o todo lo seria que yo puedo ser) con Alain, una carrera que marcha relativamente bien, llena de proyectos que espero terminar un día, un secretario del que no puedo deshacerme ni con agua caliente (y no, no es Alain, es que Lorito todavía anda por aquí), y la sospecha de que alguien me vigila todo el tiempo, esperando a que meta la pata para lanzarse en mi yugular... supongo que todo sigue igual.
Es que, por mucho que diga Alain que mi Archi nos ha olvidado, yo no puedo olvidarla a ella y lo que le hizo (por no hablar de mis costillas, que todavía me duelen cuando hace frío). Algo me dice que esto no ha terminado, al menos para nosotras dos...

miércoles, 9 de octubre de 2013

EL SECRETARIO 24: LA CHARLA

La puerta del despacho se cerró con un ominoso ¡pummm! que sonó como las campanadas del Apocalipsis. Y justo después se escuchó el sonido de un cerrojo. ¿Desde cuándo tenía cerrojo esa puerta?
No sé quién de los dos corrió más deprisa para intentar abrir la puerta, si Alain o yo.
-Lorito, si has sido tú, te vas a enterar, ¡maldito seas! -grité, aporreando la madera con todas mis fuerzas.
Alain me apartó.
-Quita, que yo tengo más fuerza.
Le empujé para quitarle de mi camino.
-Y yo más mala leche.
Bufó y me apartó otra vez. Tocó la puerta con delicadeza, como buscando sus puntos sensibles. Le miré con una ceja enarcada, preguntándome si esperaba que se abriera por sí sola, rindiéndose ante sus caricias. Si fuera una mujer, tal vez, pero una puerta...
-Lorito, abre, por favor -dijo con voz persuasiva. Desde luego, sabía ser muy convincente cuando quería-. Te aseguro que nadie del gremio se enterará de esto.
Chasqueé la lengua. Mala estrategia, Alain.
Lorito habló por fin, dándome un susto de muerte, porque lo hizo desde algún altavoz escondido en algún lugar del despacho.
-Os quedaréis encerrados ahí hasta que seáis sinceros el uno con el otro. Conociéndoos, esto irá para largo, pero yo no tengo prisa -una risa muy preocupante hizo que se me pusieran los pelos de punta.
Alain me miró con los ojos entrecerrados, como si yo tuviera la culpa.
-¿Ves lo que has hecho? Si no le hubieras dado seguridad en sí mismo, esto no hubiera ocurrido.
-Ya, claro, la culpa de todo es siempre de la pelirroja... 
Un ruido de estática nos interrumpió, acompañado del sospechoso crujir de ¿palomitas?
-No tenemos todo el día, chicos -dijo Lorito, con un evidente regocijo en la voz. Seguro que se lo estaba pasando bomba, el muy...
Levanté las manos al aire y me rendí.
-Vale, vale. Empiezo yo.
Sin embargo, necesitaba ordenar mis ideas. Lorito quería sinceridad, pero, ¿hasta qué punto? Vamos, hay cosas que pueden decirse y cosas que... Me senté en mi silla y miré a Alain, esperando que hiciera lo mismo.
-Cuando te contraté, yo creía que ibas a ser solo una persona que entraría y saldría de mi casa para trabajar, sin tocar ninguna otra parte de mi vida. Lo malo es que empecé a ver cosas raras. Antes de que digas nada, ya sé que la mayoría me las inventé. Cuando mi cabeza empieza a funcionar a mil por hora, las neuronas solo funcionan a medio gas. Me equivoqué al despedirte y me arrepentí de haberte tratado así. Y luego me enteré de lo que te había ocurrido y sentí que tenía que ayudarte -a esas alturas ya gesticulaba tanto o más que él antes y hablaba como una ametralladora-. Y luego pasó lo que pasó, ella apareció, tú hiciste lo que hiciste, y yo te quería matar... Pero para eso tenía que buscarte y sacarte de allí, claro. Y cuando te quedaste con ella, después de todo lo que había pasado...
Había hablado demasiado, era evidente, porque Alain no parecía contento, precisamente. Había entrecerrado los ojos, como meditando sobre cada palabra.
-Me quedé porque no podía dejar que le pasara nada y os acusaran. Me costó Dios y ayuda convencerla de que no os denunciara.
Salté de la silla como un bicho.
-¿Y qué hay de lo que ella nos hizo? ¿De lo que te hizo a ti? Te tenía atado con una cadena, te tenía famélico. ¿Acaso te gustaba cómo te trataba?
Alain sonrió de lado y apartó la mirada.
-Pensar en la alternativa era peor, supongo.
-Si te refieres a lo de que dijo sobre acabar con mi carrera, olvídalo. No tiene tanto poder. Y además mi carrera no vale tanto como una vida humana.
Su sonrisa se amplió.
-Una vida humana -dijo, haciendo un gesto de asentimiento con la cabeza-. Habrías hecho lo mismo por cualquiera. En el fondo tienes un corazón enorme.
No sé si lo dijo con ironía, pero me puso de mala leche.
-Ya sabes que no. Eres mi secretario y...
Alain me cortó.
-Te equivocas. Yo no era ni soy tu secretario. Me despediste, por si no lo recuerdas.
Cerré las manos en puños, deseando arrojarle algo, pero ya le había tirado todo antes y no había nada a mano.
-Si intentas que confiese que siento algo por ti, vas listo. No me gustas tanto...
Su risa me desconcertó.
Y entonces me di cuenta de lo que había dicho. ¡Oh, mierda!
-Tú también me gustas -dijo, rodeando la mesa y colocándose junto a mí.
Y entonces ocurrió...


Sí, Alain me besó...
Y no, no voy a dar detalles. ¡Cotillas!


domingo, 6 de octubre de 2013

EL SECRETARIO 23: EL TIEMPO VUELA... Y LA GRAPADORA, Y LA LÁMPARA...

Alain esquivó con habilidad la lámpara, pero la grapadora le dio de lleno en la frente con un agradable "cronk". Cuando me vio echar mano a la taza, levantó las manos y abrió la boca al fin.
-¿Me vas a tirar tu taza favorita?
Cambié de objetivo. Apreciaba demasiado mi taza favorita, así que le tiré el bote de los bolígrafos, un cuaderno y el ratón inalámbrico del ordenador en rápida sucesión... lástima que tenga una puntería pésima. El acierto con la grapadora lo llevaría en el corazón para siempre.
Mientras yo lanzaba objetos sin solución de continuidad, Alain trataba de hablar, pero yo no estaba para  escuchar nada, tal vez porque estaba ocupada en afinar la puntería. Me sentía extrañamente eufórica y feliz de poder desahogarme al fin. Cuando me quedé sin objetos, empecé con la artillería verbal.
-¿Cómo te atreves siquiera a aparecer aquí, maldito traidor? Si supieras lo que te conviene, te largarías ahora mismo. Con razón ella te adora, ¡sois tal para cual!
Salió de detrás de la silla donde se había refugiado hacía un rato, frotándose la cabeza, y me miró con aire ofendido.
-Tal vez hubieras preferido que ella hubiera muerto y escribir tus obras desde la cárcel. Seguro que así te hubieras hecho famosa al fin -dijo con una sonrisa sin humor.
Busqué algo más para tirarle, pero solo quedaba mi taza favorita. Me planteé durante dos segundos eternos si merecía la pena...
-A mí ser famosa me la trae floja, idiota. Todo fue por tu culpa, por si no te diste cuenta. 
Atrapó la taza al vuelo y la dejó en una repisa con cuidado. Viendo que no había peligro (y es que no quedaba nada más que pudiera tirarle), Alain se acercó y se sentó al otro lado de la mesa, mirándome como solía hacerlo.
-Yo me doy cuenta de muchas cosas, Arwen. ¿Quieres que te cuente yo algo a ti?
Entrecerré los ojos y me fijé por primera vez en que tenía buen aspecto. Había recuperado el peso que había perdido y que tenía su aire seguro habitual. Parecía el Alain Panphile que todos conocemos y... adoramos, ejem.
-Adelante, que nadie diga que no te dejé hablar. Pero sé breve, tengo cosas que hacer.
Él sonrió de lado y entrecerró los ojos, como le gustaba hacer. Me removí incómoda y volví a sentarme. Tenía la sensación de que aquello iba para largo.
-Cuando llegué aquí por primera vez pensé que iba a encontrarme con una mujer sin corazón -dijo. Empecé a abrir la boca, pero hubo algo en su mirada que hizo que la cerrara de golpe, sin decir ni mú-. Todos los informes decían que eras fría, seca, que no te gustaba el contacto humano... Me dije que eras perfecta, después de lo que había pasado. Crees que sabes algo de lo que pasé, pero créeme, no sabes ni la cuarta parte, y es mejor que no lo sepas -volví a abrir la boca, pero volví a cerrarla cuando levantó la mano para acallarme-. Pero resulta que, quienquiera que hizo tu informe, o estaba ciego o era tonto, porque tú eres lo opuesto a fría y seca... lo de que no te gusta el contacto humano lo dejo en suspenso -añadió tocándose el huevo que empezaba a formarse en su frente como consecuencia del golpe de la grapadora.
Pensé que ojalá le doliera, porque no estaba siendo nada amable.
-Nunca pensé que ocurriría, pero me acostumbré a tu forma de ser -siguió, sonriendo con renuencia-, a tu caos, a tu desorden, a tu manía de canturrear mientras trabajas, a esa música horrible que escuchas, a verte bailar por los pasillos...
-Yo no bailo por los pasillos.
-Lo haces, y no me interrumpas, por favor -me cortó, seco-. Pensé que podría quedarme un tiempo. Tranquilidad al fin, me dije. Pero no, tuviste que sospechar lo peor de mí. Me echaste sin darme la oportunidad de hablar. Y luego me buscaste -gesticulaba, señalando en una dirección y en la otra sin parar-, y cuando ella apareció, te pusiste como un bicho. Y luego viniste a rescatarme. Y ese día... ¡oh, Dios! Y ahora que estoy aquí, quieres que me vaya...¿Te das cuenta de que ni siquiera sabes lo que quieres?
Parpadeé, incrédula. Ver a Alain Panphile perdiendo la calma era algo digno de verse. Se pasaba la mano por el pelo y gesticulaba sin parar, desesperado al parecer. Traté de no enfadarme por lo que decía, porque seguía hablando y quería escucharlo todo.
-Yo me había hecho a la idea de que mi destino era volver allí, aguantando sus caprichos, sus tonterías, sus croasancito por aquí y por allá... -a esas alturas, su acento francés había regresado con fuerza, como si los nervios le hubieran hecho olvidar la compostura y el cuidado en el habla. Incluso decía cosas que antes jamás hubiera dicho-. Joder, había renunciado a todo. Y entonces llegasteis vosotros...
¿Alain había dicho "joder"? Me quedé tan impresionada que me perdí un minuto de discurso.
-... y te vi volando, y a Lorito en el suelo. Y no podía permitirlo.
Tuve que cortarle en ese punto.
-Si me dices que te quedaste para salvarme, te mando a volar de una patada en el culo. Y, por cierto -dije, sin perdonarle esa impertinencia en particular-, sé exactamente lo que quiero: quiero que me digas a qué has venido.
Apretó los labios y calló. Después de unos segundos, al fin habló, recuperando su aplomo y haciendo desaparecer casi todo rastro de su acento.
-He venido a darte las gracias. Por todo.
Me obligué a sonreír, porque noté que mentía.
-De nada. Ha sido un placer, sobre todo las fracturas de costillas. ¿Algo más?
Él también sonrió, de esa manera tan particular que tiene de hacerlo.
-No. Supongo que no.
Me levanté de la silla y le ofrecí una mano.
-Adiós. Te deseo mucha suerte.
-Adiós, señorita Grey -dijo.
Y entonces ocurrió...



viernes, 4 de octubre de 2013

EL SECRETARIO 22: EL TIEMPO VUELA

Puede parecer una frase hecha, pero cuando uno tiene mil cosas que hacer (como novelas que escribir, traumas que curar, costillas rotas y otros huesos tocados que sanar, un secretario cuasiasesino al que vigilar por si intenta repetir la jugada...), el tiempo vuela.
Lorito y yo nos amoldamos el uno al otro casi sin darnos cuenta. Nuestro secreto común hacía que nadie nos comprendiera mejor que el otro. Por no hablar de que trabajaba bien, tenía que reconocerlo. No era Alain, nadie era como él, pero era un buen secretario: corregía bien, daba buenas ideas, insistía en que debería tomarme las cosas en serio si quería llegar a algún sitio... básicamente, empecé a preguntarme si a todos los adiestraban para decir lo mismo. No me importaba, yo usaba lo que quería y hacía caso omiso de lo demás. Lo bueno era que a él no le molestaba... al menos después de los dos primeros meses.
Muy de vez en cuando surgían temas de conversación incómodos, aunque los dos éramos maestros en escurrir el bulto. Además, ¿a quién le íbamos a pedir explicaciones si el susodicho no había vuelto a dar señales de vida? Yo creo que Lorito sabía más de lo que contaba, pero yo no quería preguntar. Me subía la sangre a la cabeza cada vez que recordaba la escena en casa de mi archi. Que ni siquiera hubiera considerado apropiado despedirse, con lo educadito que él es, era la gota que había colmado mi vaso de la paciencia.
Alain Panphile debía pertenecer a mi pasado, junto con las hombreras, los pantalones de campana y ese relato inconfesable en el que digo que le...

En definitiva, el año iba avanzando.
Yo estaba inmersa en mi nueva novela, sorprendida por cómo iba todo, dolorida todavía por la paliza de mi archi, luchando para que Lorito me preparase el té como a mí me gusta y no como él cree que debo tomarlo. 
Hacía calor para ser octubre. El otoño es mi estación favorita del año, pero parecía negarse a llegar, la muy... Este año todo es tan raro...
Sonó el timbre. Lorito se levantó a abrir. Es algo que le ha costado entender, porque decía que él no era ningún criado. Al final llegamos a un acuerdo: él abre una vez y yo la siguiente (paga a alguien para esto).
Lo escuché hablar en el pasillo, pero no pude entender lo que decía. La puerta se cerró, así que debía ser algún mensajero o alguien intentando vender algo.
Di un nuevo sorbo a mi té preparado por Lorito. Puse cara de asco. No me gustaba y nunca me gustaría.
-¿Quieres que te prepare uno?


miércoles, 2 de octubre de 2013

EL SECRETARIO 21: PARA NADA...

Un silencio ominoso se adueñó del despacho. Una mosca zumbando hubiera hecho un ruido escandaloso en ese momento.
Lorito jadeaba por el esfuerzo. De pronto se dejó caer en el suelo, soltando el premio como si quemara.
Mi archi no se movía. No podía ver su cara, pero tenía el pelo sucio de sangre. La toalla se había soltado y dejaba ver más carne de la que hubiera deseado.
Alain todavía me sujetaba con fuerza, como si temiera que fuera a lanzarme a rematarla. Murmuraba cosas en francés que yo no entendía del todo, sobre todo porque hablaba muy bajito, como si rezara.
-Suéltame, voy a comprobar si está muerta -dije.
Pero él se me adelantó. Me soltó como si yo quemara y se arrodilló frente a mi archi. Colocó dos dedos en su cuello para comprobar su pulso y suspiró. Emitió una sonrisa extraña.
-Está viva.
Parecía contento, o tal vez aliviado... la verdad es que yo debería estarlo también. Esconder un cadáver de ese tamaño debe ser complicadísimo.
Lo vi levantarse otra vez. Cuando regresó, llevaba yodo, agua y gasas. Ante mis atónitos ojos, se puso a curar a esa zorra esclavista con tanto mimo como si fuera su perrito favorito.
La rabia me dio la energía suficiente para moverme, aunque no exagero si digo que me dolía todo.
-Vamos, Lorito.
Lorito levantó la cabeza y se puso en pie. Me siguió como un cachorro, aunque ciertamente satisfecho por su tarea. Yo también lo estaría si no tuviera la sensación de que no había servido para nada.
Dejamos a Alain curando a mi archi. Ni siquiera se giró para mirarnos cuando salimos de allí. 
De acuerdo, que le dieran. Si se quería quedar en un lugar donde le ataban, le hacían pasar hambre y Dios sabe qué más, por mí estupendo, fantástico, e incluso supercalifragilisticospialidoso... Estaba bien saber que había arriesgado mi vida por alguien que no lo merecía, pero lo mejor era que al fin podría pasar página. 
Lo que tenía muy claro era que no iba a quedarme allí esperándole eternamente.
Adiós, Alain Panphile.
Hola, nueva vida...