viernes, 8 de julio de 2016

EL SECRETARIO 3-8(1): CUANDO QUIERO SER BUENA, SOY LA MEJOR... PERO NO ME TIENTES

Decidí que, ya que pagaba una buena pasta, aprovecharía las clases, aunque algunas fueran una chorrada.
Llegaba puntual cada día, sacaba mis libretas, mis lápices de colores, ponía mi cara de buena chica (que la tengo, aunque nadie se lo crea), y trataba de poner atención.
Lo juro. Lo intentaba. Pero es que a los pocos minutos de escuchar ciertas cosas hasta vosotros habríais puesto cara de «ay, pordióooo, pero qué mestás contandooo».
Ejemplo:
(Nótese que, a todo esto, el Maestro Moncho dictaba estas lecciones en batín, fumando en pipa y con cara de místico, y que sus alumnos, menos yo, lo miraban con una adoración que rayaba en lo sexual).
—Imaginen ustedes que tratan de plasmar una escena en la que un adalid —decía el Maestro, marcando la d final de adalid de una forma ultrapedante—, porta una espada con la que ansía penetrar la carne de su enemigo. Imaginen ustedes que son esa espada, que rasga, que hace rugir la sangre, que hace sangrar…
Se me escapó un carraspeo sin remedio, lo que hizo que el chorro de masculina voz se detuviera y que la mirada colérica del Maestro, y también la de sus discípulos, se dirigiera hacia mí.
—¿Algo que decir?
—Nada —dije entre dientes.
—Vamos, adelante…
No quería caer en la trampa. No debería caer en la trampa… Pero era tan jugoso, tan sencillo hacerlo.
—¿No es eso último algo redundante? —pregunté, inocente de mí, sin saber lo que se me venía encima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentarios del blog están moderados. Recuerda que la paciencia es una virtud.