viernes, 12 de agosto de 2016

EL SECRETARIO 3-10 (2): EL QUE NO SE CONSUELA ES PORQUE NO QUIERE

—Con un Panphile en mi vida ya he tenido bastante, y tus antecedentes son terribles. Gracias, pero no, gracias.
Pascal hizo un mohín con los labios que le hizo todavía más atractivo. Por unos segundos estuve hasta a punto de olvidar que era rubio. Qué malo es tener un corazón roto, que cualquier opción parece buena durante unos segundos, hasta el primo malvado de tu ex.
—Olvidas que yo soy el Panphile que merece la pena. Conmigo no tendrías sorpresas.
—Claro que no, de ti ya sé todo lo malo. O no, pero prefiero no saberlo. Además, ¿qué diría Alexia si tú también la dejas por mí? Esta vez no saldría viva, y necesito sobrevivir para escribir libros llenos de odio y rencor hacia los secretarios y los franceses en general.

Él suspiró y siguió a lo suyo, dale que te dale con mis pies, pero me dio igual. A esas alturas me había acostumbrado a su presencia y ya me daba igual que fuera un espía. Total, ¿acaso había algo que espiar? Alain estaba con Moncho y, si Alexia quería ir a buscarle, por mí tenía el camino libre.

viernes, 5 de agosto de 2016

EL SECRETARIO 3-10: EL QUE NO SE CONSUELA ES PORQUE NO QUIERE

—Y allí estaba, defendiendo a ese impresentable, y atacándome a mí. ¡A mí! ¿Te lo puedes creer? ¡Yo, que lo he dado todo por él, que hasta me planteé cambiar por él!
—Pero no lo hiciste…
Miré a Pascal, que se había plantado en mi sofá y, no sabía cómo, se había adueñado de mis pies desnudos y los masajeaba con apasionamiento enfermizo con la excusa de consolarme.
—Eso da igual, el caso es que me lo planteé. Y pensar que me ofreció algo similar al matrimonio. ¡Y yo me lo creí! Yo, que no creo en esas cosas… Perdió el culo para ir a trabajar con el primer literato repelente que se lo ha ofrecido. Debe de estar encantado de la vida, porque Moncho no trabaja ningún género ni nada que no sea literatura de la buena. Seguro que hasta su papel higiénico tiene citas de Julian Barnes escritas.
—Se te nota que no le guardas rencor y que lo has superado…
—Y tú te estás ganando salir de casa de una patada en tu trasero francés. Te recuerdo que eres el enemigo y que, ahora que lo pienso, no deberías estar aquí siquiera.
El rubio detuvo sus manos sobre mis delicados piececitos con temor y me miró con una de sus encantadoras, aunque peligrosas, sonrisas.
—Tienes razón en todo lo que dices. Mi primo es lo peor, llevo mucho tiempo diciéndotelo. Por cierto, ¿cuándo me traslado?